domingo, 22 de agosto de 2010
Ramadán en Tunez
En torno a las 19 horas todos los días me gusta salir a dar un paseo por la ciudad. Es la hora de la ruptura y las calles están absolutamente vacías, mientras la luz del sol se va apagando gradualmente. De vez en cuando aparece un coche en una carrera loca por llegar a tiempo para compartir estos momentos con el resto de la familia. Las cucharas repican en los platos de chorba en todas las casas que voy dejando atrás, en una sinfonía coordinada y precisa. Con un poco de imaginación uno puede verse en el centro de ese ritual, poniendo los ojos en el siguiente plato después de una dura jornada de Ramadán, más estos años por coincidir con el verano.
No sabría estimar con precisión el porcentaje de tunecinos que hacen el Ramadán y nunca nadie se atreverá a publicar un estudio sobre este tema. Todas las mañanas tomo un café al lado del instituto y allí decenas de infieles se agolpan tras las cortinas del bar apurando sus tazas y fumando cigarillos. Conozco a muchos tunecinos jóvenes que no lo hacen, de hecho la mayoría de los que he conocido, pero no me atrevería a hacer una estimación con esta exigua muestra de población, puesto que sé que me muevo en círculos a los que solamente los tunecinos “abiertos” acceden. También he visto a muchas personas que, vencidas por la deshidratación, buscan un escondrijo y rompen así su pacto con Alá, a quien deberán compensar por tamaño pecado.
Y sin embargo sigo pensando que quienes lo hacen son mayoría. Y es aquí donde quiero poner el acento. Creo que nunca llegaré a compartir, y ni siquiera entender, este ritual. Dejé de prestar atención a estas supersticiones e interpretaciones ligadas a la religión hace tiempo. Pero cuando paseo a estas horas me pasa por la cabeza cuantos millones de personas se han puesto de acuerdo en esto, y aunque sea solo por esa multitud me he propuesto informarme, leer más sobre el islam y especialmente sobre el Ramadán.
Nota: la foto es de un postre típico de Ramadán llamado Zgougou. También me he propuesto ensayar la receta. Me encanta tomar una ración después del paseo.
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